Una visión desde la transición entre décadas sobre la implantación de la tecnología 5G
La década de los años 10 parece que se nos escapa entre los dedos mientras dirigimos la mirada hacia los venideros años 20. En este momento de transición, palpamos la necesidad de realizar una reflexión acerca de lo vivido durante estos años y lo que prevemos en adelante.
Desde nuestra perspectiva como profesionales de la salud del hábitat, vemos cómo los factores de riesgo para la salud no han hecho sino incrementarse durante esta década, y también sus efectos sobre la salud de las personas.
Muy relacionado con ello, el planeta entero se resiente de la actividad humana; el cambio climático puede ser la máxima expresión de un deterioro ambiental sin precedentes en la historia de la humanidad.
Sin duda, el factor protagonista en cuanto a la salud ambiental es el aumento de la exposición a ondas electromagnéticas de altas frecuencias o radiofrecuencias, y la implantación de la tecnología 5G que viene a acelerar este proceso.
Una visión cronológica de las últimas décadas nos hace prever que el 5G es lo que va a definir la próxima década; las redes analógicas de telefonía fija de los años 60 a 80 (1G) precedieron al primer salto a la telefonía móvil con los estándares digitales GSM (2G) en 1991, tras lo que han llegado procesos recientes como la tecnología UMTS que incorporó internet inalámbrico desde 2000 (3G) y LTE (4G a partir de 2010) que aumentó velocidad y eficacia. El 5G, ya en proceso de experimentación, supone un importante salto en concepto de comunicación inalámbrica, que no será únicamente de persona a persona o de persona a la red, sino que incorporará comunicación persona – máquina – dispositivo – objeto interdependiente, de una manera global, sistemática e integrada; es lo que se conoce como el “Internet de las cosas (IoT)”.
La tecnología 5G se está desarrollando e implantando con una gran velocidad debido a una importante “voluntad política” de los principales estados del planeta. Ya en 2014 en EEUU se estaba gestando su lógica y planteamiento; la UE, deseosa de no perder la vanguardia en nuevas tecnologías, obligó a los estados a redactar planes para su implantación en 2016, a lo que el Estado Español obedeció rápidamente en 2017 con la redacción del Plan Nacional 5G y la puesta en marcha de procesos experimentales en Segovia y Talavera de la Reina en 2018, a lo que han seguido otras ciudades en 2019, a la par que se ponía en marcha la necesaria campaña propagandística a través de los medios de comunicación, que se ha hecho más evidente durante los últimos meses. El Plan Nacional 5G establece el 2020 como año del despliegue comercial de redes 5G, lo cual debería estar a la vuelta de la esquina.
La novedad vivida en estos intensos tres últimos años es que, a diferencia de las anteriores generaciones de comunicación móvil o inalámbrica, ya está funcionando una respuesta proveniente del mundo científico y una incipiente resistencia social.
Los contundentes llamamientos científicos de 2017 y especialmente a mediados de 2018 han puesto la base a un consenso en organizaciones del ecologismo social y asociaciones de personas afectadas directamente por la contaminación electromagnética, procesos que hemos vivido personalmente. Parece que por fin una pequeña brecha ha comenzado a agrietar el dogma del desarrollo y la tecnología que define nuestras sociedades occidentales, y comienza a haber un cuestionamiento serio acerca de la nueva vuelta de tuerca que supone el 5G, al menos en la vanguardia social. A excepción de la reciente resolución del Defensor del Pueblo que avala los argumentos para la moratoria del 5G, esto todavía no tiene calado en organizaciones como partidos políticos, sindicatos u otras instituciones sociales.
Efectivamente, las cuestiones que plantea el mundo científico no subvencionado por la industria no son banales. Decenas de personas dedicadas a la Ciencia y destacadas por su reconocida profesionalidad, promotoras y firmantes del Llamamiento Internacional del 2018, han establecido que la implantación del 5G puede suponer la mayor amenaza sobre el Medio Ambiente por la ubicuidad de la exposición a radiaciones que supondría daños a plantas y vida silvestre, amenazando incluso la viabilidad de la vida en la tierra. El aumento y generalización de la densidad de potencia (intensidad de radiación) en zonas habitadas acarrearía deterioro de la salud de la población y la experimentación con las ondas milimétricas (de frecuencia más elevada) traería nuevas afecciones en la salud. El Llamamiento científico cuestiona también los procesos para su implantación, en concreto la exclusión deliberada de la evidencia científica o la ausencia de información veraz a la población.
Por otra parte, los usos a los que se pretende destinar el 5G incluyen un reforzamiento de los sistemas de control social;
el Big Data (cámaras con reconocimiento facial, sistemas inmediatos de procesamiento de datos, electrodomésticos o vehículos controlados, etc.). Ya hay numerosas voces que alertan 1) de la deriva en las vulneraciones de derechos civiles y políticos hacia autocracias basadas en las tecnologías modernas y la legitimación masiva, procesos a los que el 5G haría un gran favor en un contexto que ya se ha acuñado como “totalitarismo tecnológico”.
Si bien hay importantes razones para detener el 5G, a día de hoy es la propia dificultad técnica el factor que está ralentizando su implantación. Por una parte, resulta muy cuestionable que las nuevas frecuencias previstas por encima de los 20 GHz, las llamadas “ondas milimétricas”, sean viables debido a su dificultad para atravesar los sólidos. Por otra parte, el despliegue de nuevos dispositivos (20.000 nuevos satélites, 200 mil millones de objetos, sustitución total de teléfonos móviles…) es tan enorme que comienza a chocar con los límites energéticos y materiales 2) del propio planeta.
Como especialistas en Mediciones de Bioconstrucción y manejando cotidianamente los factores ambientales de riesgo sobre la salud de las personas, vemos por delante un panorama bastante desolador. La expansión de las substancias tóxicas y las radiaciones en el medio, además de dañar directamente la salud de las personas, tiene unos efectos medioambientales demoledores, hasta el punto que podríamos prever una peligrosa pérdida de biodiversidad y de los servicios ecosistémicos fundamentales para la preservación de la vida (humana). Parece como si la salud del Planeta y de las personas estuviera igual de deteriorada y amenazada por los mismos factores, volviendo al concepto de “Todo es Uno”.
No obstante, preferimos una perspectiva optimista, ya que quedan razones para la esperanza. Sumada a esa dificultad técnica para la implantación del 5G, es muy posible que la resistencia social también se acelere durante los próximos años 20, que sigan surgiendo nuevas consciencias (aunque sea tras la pérdida de la salud personal) y que las viejas luchas sociales se reactiven en nuevas resistencias frente al 5G y todo lo que implica.
Por ello sentimos la responsabilidad de apoyar y/o participar en aquellas iniciativas que promuevan y luchen por preservar la salud de nuestro hábitat. Entendemos que las acciones a nivel individual son necesarias pero no suficientes.
Y desde la cotidianeidad de nuestro trabajo de medición de radiaciones sentimos la necesidad de dar respuesta a los nuevos retos: manejo de nuevos aparatos que permitan medir las ondas milimétricas, actualización de la Norma Técnica SBM 2015 en lo que respecta a las nuevas frecuencias por encima de los 5 GHz, medición de niveles de radiación en lugares de experimentación 5G y poder ofrecer soluciones, aunque sean individualizadas, a las personas que deseen minimizar su nivel de exposición a radiaciones en sus hogares o puestos de trabajo para preservar su salud (o como sucede en muchas ocasiones, para no seguir enfermando).
A pesar de la dureza del momento, lancemos un brindis a los venideros años 20 por todo lo que vamos a medir, aprender, experimentar y ofrecer a las personas que confiarán en nuestro rigor y profesionalidad.
Silvia de Santos y Miguel Martínez de Morentin
Especialistas en Mediciones Bihho
(
1) Tomás Ibáñez, “Cuando el árbol nos impide ver el bosque” publicado en el nº 89 revista LIBRE PENSAMIENTO (invierno 2017), pág.17
2) Silvia Ribeiro, “Inteligencia artificial aumenta el caos climático”
Comentarios potenciados por CComment