Prácticamente desde su inicio, el año 2020 nos ha traído un cambio inesperado en la percepción del mundo y de la vida por parte del ser humano. La “aparición” en nuestra vida cotidiana de un virus denominado SARS-CoV-2 (Síndrome Respiratorio Agudo y Grave Coronavirus 2, por sus siglas en inglés) que ha provocado una enfermedad infecciosa denominada por la OMS Covid-19 (coronavirus disease of 2019), ha dejado al descubierto las enormes carencias y desequilibrios de los sistemas políticos mundiales, ha confinado a la población y ha paralizado la economía mundial sin que sepamos realmente todavía el alcance de sus consecuencias.
A pesar de los protocolos establecidos y recomendados por la OMS a todos los países del mundo para hacer frente a situaciones de pandemia(1), lo cierto es que los hechos están sobrepasando a la mayoría de las naciones, tanto a gobiernos como a los sistemas de salud que deben actuar para proteger a sus habitantes.
La enfermedad está afectando, en un alto porcentaje, a la población de mayor edad y ha demostrado, en muchos casos, la tardanza en implantar medidas adecuadas y la falta de medios de protección del personal sanitario, como es el caso de nuestro país. Todo ello unido al desconocimiento real de cómo el virus actúa sobre los distintos órganos del cuerpo humano (no olvidemos que inicialmente no se realizaron autopsias), está provocando un mayor número de víctimas de las que, en condiciones normales de respuesta sanitaria, deberían producirse. La realidad muestra su cara en forma contable por el número de víctimas: mas de 26,6 millones de casos y más de 876.000 muertos en todo el mundo (a 6 de septiembre de 2020)(2).Cabe señalar, en relación a estas cifras, que no existe consenso y son cuestionadas desde fuentes ajenas a la corriente oficial, sobre todo por la fiabilidad de los métodos de confirmación de portadores de la enfermedad y por la inconsistencia en cuanto al verdadero aislamiento del virus protagonista de la pandemia(3)(4).
La otra realidad es la incapacidad de atender la avalancha de personas afectadas hacia los hospitales y la evidencia constatada de miles de ellas de la tercera edad a las que no se les permitió acudir con la razón de evitar el colapso del sistema público sanitario. Todo ello a pesar de que quienes nos gobiernan “presumen” de tener uno de los mejores sistemas de salud del mundo. La sensación transmitida a la población ha estado cargada de inseguridad e indefensión en gran parte, a pesar del trabajo y dedicación desarrollados por el personal sanitario, los cuerpos de Policía y Guardia Civil, Ejercito, Protección Civil, Cruz Roja, Ong´s y otros colectivos, así como la aportación, entrega y solidaridad mostrada por un número importante de personas.
El sentimiento generalizado en la sociedad es que “papá Estado” no nos ha protegido como podríamos creer que haría antes de los hechos. Es como pasar de la “infancia” repentinamente a la “edad adulta” en la que debemos tomar nuestras propias decisiones ante los avatares que nos depara la vida. Todo ahora depende mucho más de cada una de las personas, de nuestras propias decisiones. Es un síntoma para actuar en el futuro y caminar por el sendero que marquemos como sociedad sin depender o dejar tanta capacidad de decisión a los gobiernos.
Al margen de los diagnósticos y tratamientos médicos que se emitían con la llegada de pacientes a los hospitales, no ha sido motivo de debate la relación de causa-efecto entre virus y enfermedad, entendido como conexión directa entre ambos. La persona que llegaba al hospital con síntomas, era sometida a los protocolos clínicos y, se le ingresaba o no, en función de lo estimado por el personal del centro hospitalario. Es “evidente” la acción de un virus (SARS-COV-2) que no es cuestionado en cuanto a su verdadera identidad y la existencia de una enfermedad (Covid-19) con un nexo directo entre ambos. Es la pandemia del Coronavirus y nos queda la incertidumbre de si será algo puntual que va a ocurrir cada muchos años. Al margen de la presencia de otros virus años atrás con sus enfermedades asociadas, la pandemia actual, declarada así por la OMS bajo argumentos discutibles, nos ha recordado la que se produjo hace un siglo, comúnmente conocida como “Gripe Española”. Aunque la presente aún no ha desaparecido, a día de hoy, existe una gran diferencia de víctimas entre ambas. Está claro que nos gustaría pensar que, lo que nos está ocurriendo, no volverá a pasar hasta dentro de 100 años.
Pero, ¿y si estuviéramos viviendo en una “pandemia” global encubierta, sutil, crónica, latente, supuestamente invisible, que aún no ha mostrado todos sus efectos de forma contundente?
Una mayoría considerable de personas sabe de los efectos negativos que está generando el cambio climático en nuestro planeta. Esta información lleva años en los medios de comunicación(5)(6) pero no se ha asumido como algo real, frente a lo que deberíamos haber comenzado a actuar de forma inmediata desde hace años, que está provocando daños posiblemente irreversibles para la Tierra tal y como debería ser y sus formas de vida. Hemos podido comprobar, durante los últimos meses, el efecto benefactor inmediato que se ha producido en la naturaleza como consecuencia de la paralización de la actividad humana mundial.
La conclusión a la que podemos llegar de forma evidente es que la economía que mueve el mundo no es la mejor, nos está perjudicando. Una economía que solo pretende el beneficio monetario, generar ingresos frente a gastos exclusivamente mercantiles sin consideran los costes sociales y ambientales, no es precisamente lo que nos conviene. Las medidas que se toman para paliar los daños permanentes y acumulativos siempre se aplican tarde y de forma insuficiente.(7)(8) El deterioro aumenta en forma de contaminación por vertidos, ya sea por productos químicos de la industria y el transporte, de la agricultura intensiva, plásticos(9), productos farmacéuticos desechados, tecnología obsoleta y, como no, contaminación electromagnética hasta el extremo que, en el próximo futuro, se pretende conectar mediante ondas hasta el más remoto y recóndito lugar de nuestro planeta utilizando el espacio que nos envuelve para llenarlo de satélites.
Desde hace años disponemos de estudios e información independientes que están alertando sobre los daños que uno de los factores contaminantes anteriormente descritos, los campos electromagnéticos, pueden ocasionar en todos los seres vivos del planeta Tierra, hasta el punto de poner en riesgo su equilibrio y la vida en el mismo.(10)(11)(12)(13)(14)(15)(16)(17)(18)(19)(20). También organismos internacionales y asociaciones científicas y médicas advierten y realizan llamamientos para la toma en consideración y estudio de los CEM.(21)(22)Por el contrario, otras publicaciones de dudosa independencia, visible desde los conflictos de intereses que les acompañan, mantienen posturas contrarias respecto al carácter inocuo de esos factores, estando claramente a favor del sistema del continuo “Crecimiento” y de un entramado industrial sin controles efectivos que beneficien a la colectividad, apoyándose en estudios probablemente tergiversados e interpretados de acuerdo a los intereses que defienden, favorecidos por la difusión que supone “nadar a favor de corriente” y teniendo la mayoría de los medios de comunicación a su disposición.(23)(24)(25)(26)El Principio de Precaución, reconocido y utilizado por organismos oficiales nacionales e internacionales, se ha obviado y olvidado. (27)(28)(29)(30)
La razón de esta diferencia de percepción y confrontación respecto al efecto de los factores de riesgo que pueden afectar a los seres vivos, se puede entender en la explicación que ofrece el doctor Darío Acuña Castroviejo, Catedrático de Fisiología de la Universidad de Granada, realizada en una entrevista de Adelantos Digital publicada el 10 de febrero de 2015 titulada “La radiación electromagnética afecta al sistema nervioso, inmunitario y endocrino”.(31)
En ella se le pregunta: “A su juicio los campos electromagnéticos ¿son cancerígenos?”
Respuesta:”Los CEM forman parte de lo que se denomina ambioma, es decir, el conjunto de factores ambientales que nos influencia (influyen) positiva y negativamente. Los factores negativos representados por la Figura 2(*), constituyen un riesgo importante para la salud, ya que causan daño constante al organismo que puede terminar en tumorigenesis. Con respecto a los CEM, es una cuestión no completamente demostrada, pero existe una casuística y estudios epidemiológicos que van en esa dirección. Los que reniegan de esos efectos lo hacen en base a estudios muy específicos y controlados en laboratorios, que no ven causa efecto. Pero el efecto dañino de los CEM es de tipo estocástico, por lo que no es fácilmente predecible si una persona expuesta a CEM va a padecer cáncer. Aquí ha y que anteponer el criterio de la duda razonable, y evitar la exposición a CEM sobre todo a la población de más riesgo, es decir, niños, embarazadas y ancianos. Es siempre mejor prevenir”.
(*) en la Figura 2 se describen gráficamente: factores ambientales que forman parte del ambioma y nos influyen negativamente: infecciones, cirugía mayor, alcohol, radiaciones ionizantes (Rx, UV), tabaco, Agentes químicos (agricultura, etc.), Aditivos alimentarios; detergentes, estrés, CEM).
Al final de su respuesta, el Doctor Acuña Castroviejo sugiere aplicar el Principio de Precaución pero, de esa transcripción, quiero quedarme con el término estocástico. La RAE lo define, en una primera acepción, como: “Perteneciente o relativo al azar” y, en una segunda, como: “Teoría estadística de los procesos cuya evolución en el tiempo es aleatoria, tal como la secuencia de las tiradas de un dado”.
En Wikipedia(32): “ Se denomina estocástico ……….al sistema, cuyo comportamiento intrínseco es no determinista. Un proceso estocástico es aquel cuyo comportamiento no es determinista, en la medida en que el subsiguiente estado del sistema se determina tanto por las acciones predecibles del proceso como por elementos aleatorios. No obstante, de acuerdo con M.Kac y E. Nelson, cualquier desarrollo temporal (sea determinista o esencialmente probabilístico) que se pueda analizar en términos de probabilidad merece el calificativo de proceso estocástico. En concreto: el término estocástico se aplica a procesos, algoritmos y modelos en que existe una secuencia cambiante de eventos analizables probabilísticamente a medida que pasa el tiempo.”
Sin entrar en discusiones sobre la auténtica identificación y aislamiento del virus, se podría pensar que el SARS-Cov-2, que enferma por Covid-19 a una persona, sería un proceso claramente determinista según el cual el azar no cuenta. Habría una relación causa-efecto. No se ha cuestionado ese hecho al considerar a la persona enferma como víctima directa del coronavirus. Sin embargo, no se tienen en cuenta las sinergias que se producen por la combinación de dos o más factores o patologías que han facilitado la labor al coronavirus. Ya no se trata de una simple conexión directa entre causa y efecto ya que intervienen otros factores en mayor o menor medida hasta determinar el resultado final de la enfermedad.
Cada año mueren, víctimas de la insalubridad del medio ambiente más de 12 millones de personas en todo el mundo.(33) Muchas de ellas con alguno de sus órganos vitales deteriorados, con un sistema inmune debilitado, han fallecido “con” la enfermedad Covid-19 , no “por” la enfermedad. Cumplían todas las condiciones (elevada edad, patologías diversas, etc.) para que el virus realizase su trabajo, aunque también ha habido víctimas que no encajaban, aparentemente, en el modelo. Los campos electromagnéticos (CEM) también forman parte, como manifestaba el doctor Acuña Castroviejo, de esos factores que afectan negativamente a la salud de las personas haciéndolas enfermar. Así, durante la pandemia actual, se han relacionado los efectos de la tecnología de campos electromagnéticos, incluida la tecnología 5G,
con el debilitamiento del sistema inmune, lo que supone una puerta abierta a la Covid-19.(34)(35)(36)
Podemos concluir que atribuir la pandemia exclusivamente al virus SARS-Cov-2 es concederle demasiado. Puede haber sido el detonante, favorecido por el deterioro ambiental persistente en el mundo, junto a la decisión de declararla por la OMS, que ha activado y acelerado la pandemia latente, pero no el único protagonista. Eso sí, ha sido hábilmente aprovechado por determinadas fuerzas dirigentes a nivel mundial, con el recurso del miedo, para conseguir el control de la población hasta el punto de entregar su privacidad en aras del “bien común” y generar un estado de “docilidad y amansamiento” ante la promesa de fármacos y vacunas que nos van a “salvar” en un futuro próximo y para siempre. Esto está en consonancia con la utilización del lenguaje bélico: la guerra contra el coronavirus. Y sabemos de los “avances” que se consiguen en las “guerras” a costa de daños catastróficos irreversibles y permanentes, al no cuestionar los medios y métodos que se utilizan para su logro. Sirva como ejemplo el blindaje financiero conseguido de la Comisión Europea por las empresas farmacéuticas que están fabricando las vacunas.(37)
Por otra parte, considerar que alguno de los factores negativos (de riesgo) mencionados tienen carácter estocástico no significa que no produzcan daños por el simple hecho de la no existencia de una relación directa causa-efecto. Simplemente es más difícil seguir el rastro atribuyéndolo a un proceso claramente controlable por su trazabilidad.
En ese argumento se escudan quienes están implantando la tecnología 5G, defendiéndola como no perjudicial para los seres vivos, evidenciando intereses meramente comerciales sin pensar en las verdaderas necesidades de las personas.(38)(39)(40) Queda relegado el Principio de Precaución , las recomendaciones de la OMS y el Parlamento Europeo, la opinión de personas e instituciones particulares que abogan por paralizar la implantación de la última tecnología de telefonía en las condiciones de inseguridad en que se pretende realizar.(41)(42)(43)
Al igual que ocurre con los medicamentos que se comercializan por las empresas farmacéuticas, que deben seguir protocolos que suelen necesitar 10 años o más años hasta la puesta en el mercado, aun así, no exentos de errores fatales a lo largo de la historia, la tecnología de la telefonía móvil ya implantada desde hace años, incluida la denominada 5G, debería demostrar previamente que es segura e inocua en todas sus formas de implantación. La realidad es que se está imponiendo por parte de la industria, sin garantías para la salud, sin respetar los derechos ciudadanos, sin permitir cuestionar su necesidad y con la connivencia activa de los dirigentes políticos mundiales.
Surge ahora una nueva pregunta: ¿Cómo puedo contribuir, como especialista en Mediciones de Bioconstrucción, a fomentar el conocimiento real de la situación en que vivimos ahora y viviremos en tiempos futuros, también conocida como “nueva normalidad”, y aportar mi grano de arena para corregir los desequilibrios y ayudar a mejorar la vida en nuestro planeta?
En principio parece una labor inmensa y difícil por el rumbo que se sigue desde hace muchos años, pero, si queremos dejar un mundo mejor a quienes nos sucedan, qué menos que intentarlo.
Nuestra formación, basada en la consecución y mantenimiento de la salud del hábitat, nos permite conocer todos los factores de riesgo que, hasta ahora, existen al realizar el estudio biológico del hábitat. La Norma Técnica de Medición en Baubiologie SBM-2015 hace referencia al “estudio holístico y biológico del hábitat”. Respecto a la anterior versión SBM 2008 se añade el concepto “holístico”. Creo que no está puesto al azar porque nuestra visión de la realidad debe ser holística, una visión del “todo” que es la realidad planetaria y de cómo esos factores que describe la Norma en tres apartados (A: campos, ondas, radiación; B: toxinas domésticas, agentes contaminantes, ambiente interior; C: hongos, bacterias, alergenos) van a interactuar entre sí en nuestra vida cotidiana y en la del planeta.
En el transcurso de la pandemia se han despertado conciencias y sensibilidades adormecidas que nos han vuelto más receptivos a la percepción de la realidad en la que vivimos. Como consecuencia de la pandemia se ha producido una inmensa cantidad de información que es preciso analizar, filtrar, estudiar y asimilar. Es preciso separar lo realmente verdadero y positivo de lo que pretende intoxicar nuestras vidas. Desgraciadamente la “infoxicación” ha aumentado exponencialmente en los últimos tiempos.
Transmitir que la presencia de un simple coronavirus, considerado desde sus inicios por los virólogos como menos preocupante que el de la gripe que nos acompaña cada año es solo la “punta del iceberg” de una sociedad enferma como la nuestra, es una labor dura pero necesaria. La pequeña gota que colma el vaso hace aparecer la enfermedad crónica en la que estamos instalados. Hoy es el SARS-COV-2, en unos meses será una mutación de él u otro similar. No se trata de acabar con el virus creando una vacuna para un organismo que puede mutar y que además puede traer otros problemas de salud. Es preciso cambiar la economía mundial y la utilización de la medicina considerando al planeta como un todo.
La denominada “nueva normalidad”, más bien un eufemismo de “anormalidad”, es un concepto susceptible de perder la primera palabra, de forma que nos olvidemos de cómo éramos antes, está ya produciendo cambios en los hábitos generales de la población: teletrabajo desde casa, estudios desde casa, consultas online de todo tipo desde casa, incluso las médicas (¿no hay que ver la cara al enfermo?) lo que supone una razón más para aumentar la oferta tecnológica sin la menor oposición, menor contacto directo entre las personas cuando es condición del ser humano el ser gregario, etc. Las consecuencias se irán mostrando con el tiempo. Una mayor estancia en el interior de las viviendas, si éstas están contaminadas, supondrá más tiempo de exposición a los factores de riesgo presentes en el hábitat y, por lo tanto, aumentará la posibilidad de enfermar. El uso de productos químicos y tecnológicos de desinfección y limpieza, aumentado considerablemente con la pandemia, tanto en espacios interiores como exteriores, sin el adecuado control dejará también ver las consecuencias de salud en un futuro muy próximo, como el desarrollo de bacterias resistentes a los productos como hidroalcoholes y de desinfección general además de ser resistentes a los antibióticos por el exceso en su prescripción durante la pandemia(44). La falta de contacto entre las personas facilitará el aislamiento y también el control de nuestros actos y aumentará el miedo frente a lo que provenga del “exterior”, limitará considerablemente el trato habitual y la interacción entre ellas, influirá en las decisiones que se tomen y provocará trastornos psicológicos desconocidos. La brecha social aumentará entre las personas más pudientes y las menos al no poder disponer de los mismos medios tecnológicos de información y educación.
Resulta curioso que la actual situación muestre que “todo le viene de cara” a la tecnología inalámbrica(45). Por las prisas y los costes se “olvidarán” de todo lo que suene a “alámbrico”.
Tenemos una gran responsabilidad en mantener la formación e información continua para poder mostrar responsablemente a la sociedad esos conocimientos de forma veraz y correcta. Nuestra contribución, en base a la situación de incertidumbre de la realidad vital actual y venidera, debería aportar el asesoramiento necesario para mejorar la vida diaria, actuando con
profesionalidad, respeto y rigor científico, evitando sensacionalismos y alarmismos que serían perjudiciales para nosotros y crearían confusión e incertidumbre. Es la mejor forma de obtener respeto y credibilidad en nuestro trabajo.
La puesta en común de lo aprendido durante el proceso de formación, las actualizaciones y novedades provenientes del IBN y de la Asociación Profesional de Biólogos Constructores Alemanes VDB, ya con experiencia consolidada, y de otras partes del mundo, así como lo obtenido de nuestra propia experiencia en trabajos de campo, serán un puntal básico en el desarrollo de nuestra labor.
También el apoyo dentro del grupo es fundamental. La creación de empresas e iniciativas en nuestro campo de actuación, ya sean colectivas e individuales, es merecedor de todo nuestro empuje en la difusión de sus actividades. Todos sabemos del esfuerzo y dificultades que ello supone al tener que compaginarlo con los trabajos que hasta ahora nos permiten sobrevivir. Igualmente somos conscientes de que nuestro primer objetivo no es amortizar lo económicamente invertido, aunque si eso se produjera, sería un buen síntoma de que vamos por el buen camino.
Toledo 6 de septiembrte de 2020
Comentarios potenciados por CComment