La elección del tipo de madera es básica en el contexto de su duración en el tiempo. Hay especies que presentan una durabilidad natural a ser atacadas por determinados agentes bióticos y abióticos. Otras son capaces de resistir el paso del tiempo bajo condiciones de humedad elevadas o incluso sumergidas. En una misma especie, la parte del duramen suele presentar una resistencia a los agentes degradadores muy superior que la parte de la albura. Esto se debe a que la madera del duramen, más antigua, presenta un menor contenido en sacáridos que, a la postre, son los nutrientes que atraen a los insectos.
La humedad es el gran enemigo de la perdurabilidad de la madera. En la mayoría de las especies de nuestro entorno, contenidos de humedad del orden del 18-20 %, propician el desarrollo de hongos de pudrición y de insectos con alto poder destructivo. Por este motivo resulta imprescindible evitar el empotramiento de vigas o jácenas en muros perimetrales o apoyos de pilares en el suelo. En el mismo contexto se debe propiciar la rápida evacuación del agua en caso de humectaciones ocasionales y, por descontado, evitar que se acumule el agua en puntos de encuentro o uniones de elementos.

Efectos de presencias continuas de humedad
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